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Un grupo de.... mmmm.... bueno eso!

Soy chusma ¿y qué?

Me quedo mirando con cara de tonta (por otro lado, mi cara de siempre, no te rías!) la televisión, cuando en algún programa pasan a la de las cocretas y el comete el pollo. Siento como un no se que, que se yo que me hipnotiza y no puedo cambiar de canal. Se apodera del control la parte chusma de mi cerebro. Y me dan ganas de comer pipas y escupir las cáscaras, así para el lado y sacando la lengua, chupar la sal hasta que se me queden los labios blancos, ir al frigorífico y beber directamente de la botella de zumo o que narices de la litrona bien fría y pegarme un eructo que retumbe en toda la casa. Luego, para evitar tener que lavarme los dientes, masticar chicle con la boca bien abierta, cerca del punto de desencaje de la mandíbula. En el primer anuncio, salgo rápida para el cuarto de baño, si pa’mear, y cuando vuelvo aprovecha el resto de mi cerebro para ordenar a mi mano que cambie de canal. Aparece en la esquinita superior del televisor CNN+, uys! pues acá me quedo, algún analista internacional me explicará lo de las revueltas del mundo árabe. Vuelve el estupor, ojiplatica me quedo, aparece frente a mi una casa llena de poligoneras y Berlusconianos chulos de playa. Dios mío!!! Me he quedado sin pipas!!!, ¿que escupo yo ahora? En medio de cortocircuitarme por este intríngulis, logro cambiar de canal y vuelve a aparecer la de las cocretas, uf! Así mejor, las chonis de una en una. Me entiendes?, pos claro que si.

Que va, que va, yo leo a Kierkegaard.

Charo.

Candidez

“Usted cree en esa candidez de que un mundo en el que todos leyesen, en el que todos fuesen cultos, sería mejor. Se imagina lugares como Uz en los que en cada casa hubiese una biblioteca, y que en cada taberna, un club de lectores. Y que cuando hubiese un crimen fuese con alto estilo. Que los criminales tuviesen la prosodia de un Macbeth o un Meursault”. Conversación entre el maestro del pueblo Basilio Barbeito y el Dr. Fonseca, del libro “Todo es silencio” de Manuel Rivas.

En cada casa una biblioteca y cada taberna un club de lectores, estoy convencida de que el mundo sería mejor.

Un buen dialogo, una buena conversación, lenguaje limpio y fluido. Escuchar con que pasión es descrito un libro, o un personaje, la biografía de un escritor, anécdotas curiosas de otras vidas y de la nuestra. Descubrir el brillo en los ojos de quien rememora algún pasaje leído y que algún sucedido le trajo a la memoria, o tal vez al encontrarse de frente con la viva encarnación de lo alguna vez leído. Leer, charlar sobre lo que leemos es volver a vivir tantas vidas distintas en una sola. Tantos instantes en uno solo. Sentimientos leídos, reales y vividos. Salir de uno mismo al encuentro de los demás.

Me acuerdo con nostalgia de un gran programa de televisión de mi infancia "la bola de cristal", en él aparecían una serie de fotogramas y una voz de niña en off decía "este no lee" o "este si que lee", por último aparecía un rebaño de ovejas y la voz decía "sino quieres ser como estos LEE". Eso, vamos a aplicarnos el cuento... y maldita sea... LEED!!!.

Charo.


¿Y AHORA?

Miro la llama de la vela, en una fría tarde de sábado, sentada en el sofá, tapada con la manta barojiana y padeciendo la fase inicial de la gripe, escuchando sonidos de guitarra, canciones antiguas por mí pedidas que me dan el tono justo para la melancolía que llevo sintiendo estos días. La llama de la vela que busca su altura quemando la cera bajo sus pies. Qué ironía que cuando más alta esta sea más próxima a su fin. A veces se mueve, chisporrotea, parece que se carcajea, ¿será de mí de quien se ríe? La miro fijamente y para, se queda muda, sin embargo cuando vuelvo la vista al papel, la veo por el rabillo del ojo temblar de la risa. No quiero que me vea sonreír, que sienta que me hace gracia su juego, y hago una mueca apretando los labios. La cera de la orilla y la llama erguida sobre un líquido caliente. Parece que quisiera advertirme de algo, de lo efímero de la existencia, de los peligros que acechan, de la belleza de una llama de luz caduca en un lago de cera, ambos dos ardientes. Ahora cabecea como dándome la razón, que es justo lo que yo quiero creer. A las dos nos da vida el oxigeno, tener la capacidad de asistir a su fin, de atrasarlo o adelantarlo a mi antojo, me da poder, un gran poder sobre la llama. En este instante me asusto, y me pregunto si habrá alguien o algo observándome a mi tal y como hago yo con la llama de la vela. ¿Y ahora?

Charo.